A veces creo en el destino y me dejo llevar plácidamente por las olas de la realidad sin cuestionamientos, sólo por el placer de vivir.
Esos días todo me cae bien. No hay embotellamientos, vientos endemoniados ni pollos descabezados que me quiten el sueño.
Esos son los días en que me esfuerzo con toda el alma para captar con seis sentidos la realidad, y atesoro con fuerza bajo mis retinas las imágenes que me proporcionan placer.
Son días en los que la sonrisa anida en la comisura de la boca, desbarrancándose en carcajadas ante cualquier excusa; entonces es cuando elijo ver todas las bendiciones que me rodean como un collar de diamantes puro y fuerte custodiando al corazón.
Hoy es uno de esos días: la nieve cae suavemente, casi imperceptible. Mañana, en meses, en mi ADN, tendré grabado el sabor de los copos en la boca, el frío de la nieve en la cara, y el inconfundible placer de estar viva.
Esos días todo me cae bien. No hay embotellamientos, vientos endemoniados ni pollos descabezados que me quiten el sueño.
Esos son los días en que me esfuerzo con toda el alma para captar con seis sentidos la realidad, y atesoro con fuerza bajo mis retinas las imágenes que me proporcionan placer.
Son días en los que la sonrisa anida en la comisura de la boca, desbarrancándose en carcajadas ante cualquier excusa; entonces es cuando elijo ver todas las bendiciones que me rodean como un collar de diamantes puro y fuerte custodiando al corazón.
Hoy es uno de esos días: la nieve cae suavemente, casi imperceptible. Mañana, en meses, en mi ADN, tendré grabado el sabor de los copos en la boca, el frío de la nieve en la cara, y el inconfundible placer de estar viva.